La trampa de la Amabilidad

Los Equipos Amables llegan los últimos, libro publicado por Brian Cole Miller en 2010, defiende una teoría políticamente incorrecta que comparto sin dudar pues, al margen de su lógica intrínseca, trasciende el conservadurismo seudo-hipócrita de quienes siempre suelen decir solo lo que quieren oír los demás.

Admitida universalmente la Amabilidad como una de las herramientas probadamente más efectivas de relación social, es también cierto que su inapropiado uso puede degenerar en prácticas desnaturalizadas (ver aquí La Amabilidad y el Amabilismo), cuyo resultado arruine los buenos propósitos que a ella la vienen a justificar.

En resumen, la idea de B. C. Miller se centra en asegurar que los Equipos de Trabajo de cualquier organización son menos eficientes si lo que se pretende es que, prioritariamente y en todo momento, reine en su seno la Amabilidad. Cuando un Equipo se encuentra demasiado concentrado en ser a toda costa Amable pierde capacidad de discrepancia interna en la búsqueda de soluciones a los problemas, pues sus miembros temen agraviar con sus inconformidades y desacuerdos a los demás.

Si para evitar la confrontación actúa el Amabilismo (muchas veces en forma de silencio defensivo) las ideas no vuelan y la apatía resignada se instala en un almibarado y rutinario proceder que solo consigue que el progreso en el trabajo se llegue a estancar. Gana la paz y pierde la eficacia cuando, es un hecho evidente, nos encontramos en tiempos económicos de altisima competitividad.

Sin lugar a dudas, todos podremos encontrar múltiples ejemplos propios que dibujan situaciones en las que hemos preferido ignorar cierto problema con algún compañero de trabajo para salvar el supuestamente necesario buen ambiente laboral que, sin quererlo, se verá perjudicado con seguridad en cuanto el desencuentro inicial crezca y genere una verdadera incompatibilidad interpersonal.

Eludir el compromiso (cuando este si proceda) de la búsqueda del contraste de ideas y pareceres escondiéndonos en el silencio reactivo y terapéutico es la mejor manera de ejercitar la dejación de nuestro compromiso profesional, minimizando la personal aportación de valor a los objetivos comunes de la organización, sea cual sea el nivel y alcance de nuestra responsabilidad.

Brian Cole Miller define nueve tipologías profesionales que recogen la diversidad de comportamientos positivos que pueden observarse individualmente en los miembros de un Equipo de Trabajo, cuya naturaleza innata se suele distorsionar cuando se busca instalar la Amabilidad por concepto y a golpe de obligatoriedad:

  1. El Pacifista, que media para que todos se lleven bien: asume una armonía artificial para evitar conflictos.
  2. El Campeón, que lidera de forma natural: acepta las cosas como son para no perder apoyo.
  3. El Perfeccionista, que busca en todo la excelencia: se resigna a la mediocridad.
  4. El Enérgico, que fomenta el dinamismo y la actividad: tolera la ralentización de las tareas.
  5. El Guardián, que cuida y protege a los demás: se inhibe para no crear agravios comparativos.
  6. El Observador, que analiza y entiende los problemas: se abstrae para evitar conflictos.
  7. El Individualista, que explora caminos por sí mismo: se retrae para evitar un exceso de protagonismo que moleste a los demás.
  8. El Triunfador, que consigue lo que se propone: minimiza los objetivos para no presionar al Equipo.
  9. El Solidario, que ayuda siempre a los demás: teme no estar al nivel exigido.

Ser amable es generalmente conveniente pero no puede ser convenido por decreto. Quien transita de la Amabilidad al Amabilismo desconoce que, para el rendimiento de un motor, un exceso de aceite lubricante no siempre lo mejorará. Una vez más, todo deberá ajustarse a su punto de equilibrio y el proceder de las personas en las empresas todavía más…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro